Ludwig van Beethoven
MISSA SOLEMNIS, Op. 123
Edda Moser, Hanna Schwarz, René Kollo, Kurt Moll (Solisten)
Rundfunkchor Hilversum
Koninklijk Concertgebouworkest Amsterdam.
Dir: Leonard Bernstein.
(DG)
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Homenaje doble en ésta oportunidad, tanto a Leonard Bernstein a 30 años de su partida, como a Beethoven en el marco de sus 250 años.
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La Missa Solemnis fue compuesta por Beethoven entre 1819 y 1823, más o menos en paralelo al desarrollo de la Novena Sinfonía. La misma está dedicada al Archiduque Rodolfo, con motivo de su elevación al arzobispado de Olmütz. Beethoven estrenó partes de la Missa Solemnis en Viena, el 7 de mayo de 1824, aunque una interpretación completa de la obra tuvo que esperar hasta 1830, ya fallecido el compositor. Para el momento de la creación de la Missa Solemnis, la sordera de Beethoven era ya completa, por lo que las enormes e inéditas complejidades que plantea la obra provienen de ese lenguaje musical proveniente de las profundidades de un alma atormentada, coincidente en los retos y dificultades con sus últimos cuartetos de cuerdas. En 1882, el ¨Musical Times¨ catalogaba a la obra como ¨Trabajo imposible...no hay pulmones humanos capaces de superar tan enormes exigencias vocales¨. El surgimiento de cada vez mejores voces y orquestas ha roto todos esos diques, colocando a la Missa Solemnis a la par de la Misa en Sí menor de Bach.
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La primera grabación de la Missa Solemnis data de 1928. Toscanini logró colocarla en 1940 y a partir de entonces cada gran beethoveniano procuró dejar su testimonio, con la notable excepción de Furtwängler, quien nunca creyó poder alcanzar los estándares exigidos. La grabación de Klemperer para EMI es para muchos aún la gran referencia con la cual comparar a las demás. Leonard Bernstein grabó la Missa Solemnis durante sus años al frente de la Filarmónica de New York, pero sin duda su testimonio a tomar como referencia es su grabación de madurez en Amsterdam.
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En palabras del propio Bernstein, la Missa Solemnis de Beethoven era una de sus obras más reverenciadas, asociando varias de sus partes con su propio concepto de la muerte, de la partida de éste plano. No en vano es una de las más altas cúspides de su ciclo Bernstein-Beethoven y una de sus grabaciones mejor planificadas. Considerándose dentro de sus límites como idiosincrática, Bernstein nos deja en Amsterdam un registro monumental que pone al escucha a apreciar las verdaderas magnitudes de un viaje dentro de la creación beethoveniana. A diferencia de otras ocasiones, Lenny a pesar de su idiosincrasia no cae nunca acá en la autoindulgencia ni en el sentimentalismo ramplón. La plantilla coral es casi la misma maravillosa cuarteta utilizada en la Novena con la Filarmónica de Viena, y la orquesta en ésta oportunidad es la del Concertgebouw de Haitink, tal vez en la cúspide de sus poderes y con su concertino Herman Krebbers particularmente virtuoso. En cierto modo ésta grabación se coloca como antítesis del estoicismo contemplativo de Klemperer, concepto (el de Bernstein) que a mi gusto prefiero. Grabación que hay que tener en toda colección beethoveniana.
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M-S.