sábado, 31 de mayo de 2014

Beethoven: Concierto para Violin.


Ludwig van Beethoven
VIOLIN CONCERTO, Op.61
Henryk Szeryng, Violin
London Symphony Orchestra
Dir: Hans Schmidt-Isserstedt.
(PHILIPS)
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     El Concierto para Violín fue comenzado por Beethoven en 1806 y terminado justo antes de su estreno, el 23 de noviembre del mismo año. La Premiere tuvo lugar en Viena, bajo la ejecución del celebrado violinista Franz Clement.
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     Clement era uno de los músicos más virtuosos y celebrados de Viena. Discípulo de Haydn, tuvo una brillante carrera ascendente desde muy joven que lo llevó a tocar y luego dirigir en la Opera Imperial. Beethoven no escapó al grupo de notables que quedó impactado por la maestría de Clement, llegando más adelante a encomendarle la dirección del estreno de la Sinfonía Heroica. Para 1806, fué Clement quien pidió a Beethoven que le aportara un Concierto para Violín, para ser presentado en un importante concierto a beneficio. Beethoven accedió, pues respetaba profundamente a Clement y era uno de los pocos músicos de quien estaba dispuesto a recibir una crítica. El concierto, como era usual en Beethoven, fue concluido a último minuto, con poquísimo tiempo para ensayarlo y gracias a la prodigiosa memoria de Clement, la Premiere se salvó de terminar en desastre. La reacción del público fue tibia, no sólo por los huecos dejados por la improvisación, sino por la longitud del concierto y sus alcances de inusual sinfonismo, elementos inimaginables para la época. Luego de un par de interpretaciones más, la obra no volvió a ser ejecutada sino hasta 1844, cuando otro niño prodigio, Joseph Joachim, lo volvió a tocar en Leipzig bajo la batuta de Mendelssohn. El éxito en ésta ocasión fue estruendoso, abriendo la entrada definitiva de la obra en el repertorio estándar de los grandes conciertos para violín.
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     El concierto marca un hito histórico en el género, pues introduce elementos novísimos. En primer lugar resulta llamativo el despliegue de un gran concierto a partir de una economía musical casi espartana. El violín siempre mantiene su protagonismo pero sin efectuar lucha ni oposición contra la orquesta, el trabajo en armonía los hacen sinfonizarse. La longitud del concierto, que para la época pudiera haber sido un problema, hoy nos parece promedio al conocer la longitud de un concierto romántico. También a diferencia de otros conciertos, el de Beethoven permite flexibilidad a la hora de incluir cadenzas, desde las originales del compositor, hasta las variaciones personales del propio intérprete, muy resaltante hacia el final del primer movimiento y hacia la coda del último. Hoy en día no queda duda de la absoluta grandeza de ésta obra.
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     Como obra obligatoria del repertorio básico, por supuesto que el concierto cuenta con numerosísimas lecturas y grabaciones. Todo gran violinista ha dejado su huella personal tocando éste concierto. Lecturas de referencia hay para todos los gustos, desde las festivas y exhibicionistas hasta las introspectivas y meditabundas. A juicio de quien escribe, probablemente las del último rango del espectro sean las que más se acerquen al ánimo y espíritu transmitido por Beethoven en ésta gran partitura, y como mejor ejemplo les dejo la inolvidable asociación del gran Henryk Szeryng, secundado por el Maestro alemán Hans Schmidt-Isserstedt, en una inusual combinación con una orquesta inglesa, la Sinfónica de Londres. El resultado, simplemente celestial, la grabación preferida con mucho de quien escribe.
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M-S.


sábado, 17 de mayo de 2014

Todo Tchaikovsky: Manfredo.


Piotr Ilich Tchaikovsky
MANFRED, Op.58
Oslo Philharmonic Orchestra
Dir: Mariss Jansons.
(CHANDOS)
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     Retomando la serie "Todo Tchaikovsky" con una de las obras insignia, no sólo de su catálogo, sino de toda la literatura sinfónica rusa en general.
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     Manfredo es una pieza bastante idiosincrática, titulada como "Sinfonía en cuatro cuadros dramáticos según el Poema de Byron". La misma fue compuesta entre mayo y septiembre de 1885, para luego ser estrenada en Moscú, el 23 de Marzo de 1886, bajo la batuta de Max von Erdmannsdörfer. La primera idea para "Manfredo" se remonta a la segunda visita que hiciera Hector Berlioz a Rusia, en el invierno de 1867-68.  Durante esa gira el mismo incluyó en sus conciertos su exitosa obra "Harold en Italia", pieza que deslumbró al establishment musical ruso, al develarse una forma original de expresar la forma sinfónica fuera de las reglas y tradición germánicas.
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     Fue entonces el crítico Vladimir Stasov quien recurriera en primer lugar al gran gurú de los nacionalistas rusos, Mily Balakirev, para sugerirle un nuevo sujeto byroniano, Manfredo, para ser llevado a la partitura. Quizás percatado de sus propias limitaciones como compositor, Balakirev tuvo sus dudas en lo referente al proyecto, remitiéndolo finalmente a Tchaikovsky, quien venía recientemente de disfrutar de un rotundo éxito tras el anterior encargo de Balakirev, nada menos que "Romeo y Julieta".  Aunque desde un principio muy identificado con el personaje creado por Lord Byron, y sin rechazar de plano la propuesta de Balakirev, Tchaikovsky no se sintió del todo confortable con la idea de crear un escenario berlioziano para Manfredo. No fue hasta unos años más tarde, en un reencuento con Balakirev, cuando la idea recobró entusiasmo en Tchaikovsky, pero con el consenso de decantarse más por la vía lisztiana, con la perspectiva de llevar  a nuevos derroteros las técnicas y el lenguaje de la recién estrenada 4ta Sinfonía, así como la oportunidad de conciliar la forma sinfónica con el contenido programático. En cierto modo viene a ser entonces Manfredo, el Op.58, como una evolución de los propósitos establecidos en la Cuarta, la Op.36, manteniendo cierto enlace con el Harold berlioziano y con el Hamlet liztiano pero manteniendo en todo momento su independencia e indiscutible originalidad.
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      Una obra de absoluta innovación y de avanzada como Manfredo no ha escapado de la controversia desde su propio estreno. El mismo compositor, ambivalente en su autocrítica, fue al principio muy entusiasta con su creación, pero después lo asaltaron las dudas: "No sé aún si se trate de mi mejor trabajo ó de toda una abominación". Las mismas reacciones encontradas fueron frecuentes entre los intérpretes y críticos, buena parte por el vacío ejercicio académico de hacer querer que la música sea fiel al libreto byroniano.
(Quién determina ésto?). Muy poco interpretada en las décadas siguientes, la obra comenzó a recuperar su justo lugar a partir de los años 1960´s, cuando comenzaron a aparecer cada vez más grabaciones de la misma y que sin duda han ayudado a reevaluar éste trabajo como la gran partitura sinfónica que es. Para quien escribe es sin duda uno de los grandes hitos de la literatura sinfónica universal.
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      En comparación con el resto de Sinfonías de Tchaikovsky, Manfredo posee aún un número reducido de grabaciones disponibles, sin embargo cada vez van apareciendo más versiones nuevas. Parte del problema se debe a la complejidad de la obra y a los recursos quasi-mahlerianos que exije (gran orquesta con todos los elementos de percusión y hasta un Organo Obbligato). Probablemente la histórica grabación de Toscanini marca el inicio, a pesar de ser una lectura bizarra y hasta perversa. Luego han surgido lecturas de leyenda, como la de Igor Markevitch, y más recientemente la de Mariss Jansons, en sonido digital, que hasta el momento parece ser la más justamente redondeada en todos los aspectos clave de la obra y que es la que presentamos en ésta entrega. Recientemente ha aparecido la justamente celebrada versión de Vasily Petrenko, que será también publicada en fecha próxima.
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M-S.








jueves, 1 de mayo de 2014

Leonora III en la magistral lectura de Karl Böhm.


Ludwig van Beethoven
LEONORE Nr.III
Staatskapelle Dresden
Dir: Karl Böhm.
(DG)
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     A pesar de estar destinado a ser uno de los más grandes genios de la Historia de la Música, la música para la escena nunca fue ni nunca sería el fuerte de Ludwig van Beethoven. Su única Opera, "Fidelio" fue objeto de un largo proceso de gestación y ya el mismo hecho de producir una Obertura convincente y en armonía con el libreto fue un verdadero dolor de cabeza para el compositor, resultando de sus intentos tres producciones diferentes para la Opera original que estaba designada a llamarse "Leonora" y finalmente una Obertura más sencilla, de más cortos alcances y si se quiere más italiana (o más operística) como fue la que abriría el despliegue de la Opera definitiva, finalmente llamada "Fidelio".
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     De todas las Oberturas, sin duda la más grande y típicamente beethoveniana es Leonora Nr.III, la versión creada para las representaciones de 1806. Sin embargo, su gran envergadura dramática y poder sonoro eran un problema, pues aplastaban las escenas subsiguientes de la Opera, por lo que la obra quedaría para ser interpretada como gran obra sinfónica y sirviendo de sustrato a lo que sería luego el gran poema sinfónico lisztiano.
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     Todos los grandes directores beethovenianos han dejado sus propios registros de ésta notable partitura, evidenciándose diferentes enfoques, desde el épico hasta los más dramáticos y líricos. La grabación que hoy presentamos creo que tiene la virtud de reunir todos éstos ingredientes en una sola lectura. El alemán Karl Böhm es sin duda una de las grandes batutas beethovenianas y su estilo se considera dentro los objetivos, sin los excesos de un Furtwängler ni la rapidez de un Toscanini pero también sin la ampulosa expansividad  de un Klemperer. Su lectura con la Staatskapelle Dresden tiene todo en su sitio, por lo cual la propongo para su plena apreciación.
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M-S.