Piotr Ilich Tchaikovsky
VIOLIN CONCERTO, Op.35
Jascha Heifetz, Violín
Chicago Symphony Orchestra
Dir: Fritz Reiner
(RCA)
*
¿Qué màs se puede decir sobre el concierto para violín más popular de todo el repertorio? ¿Qué melómano que se digne de tal nombre no lo conoce? Esperando que el abreboca introductorio ejecutado por Viktor Tretyakov haya sido del agrado de los escuchas entraremos en una grabación totémica que hasta el día de hoy es motivo de ritual sagrado.
*
Tchaikovsky solía pasar dificultades a la hora de encarar obras concertantes, ya conocemos los intríngulis y desencuentros que rodearon al 1er concierto para piano, así como las circunstancias que permitieron a Fitzenhagen crear su propia versión de las Variaciones Rococó. El concierto para violín también tuvo una gestación y estreno fuera de Rusia. Tchaikovsky lo compuso entre el 17 de marzo y el 11 de abril de 1.878, en Suiza, en circunstancias personales desastrosas, y el estreno correspondió al violinista Adolf Brodsky, secundado por el gran director Hans Richter y la Filarmónica de Viena (vaya estreno!), el 4 de diciembre de 1.881.
*
El concierto originalmente estaba destinado al gran violinista Leopold Auer, y de igual modo al affaire Rubinstein con el op.23, Auer declaró el concierto inejecutable, no sólo negándose a tocarlo, sino haciendo activa campaña publicitaria en contra de la obra. Finalmente Brodsky se aventuró a desafiar la censura impostada de Auer y decidió dar la premiere, pero no en Moscú, sino en Viena. El resultado de ese concierto fue un tumulto. El público vienés era de tradicion natural conservadora y sus críticos los más ponzoñosos de Europa. Mientras la mitad de la audiencia quedó eufórica ante las novedades audaces y ritmos gitanos del concierto, la otra mitad quedó espantada y le hizo la cruz a la obra. Estas reacciones, en conjunto con la crítica descarnada de Eduard Hanslick, al contrario de desalentar a Brodsky, lo envalentonaron a seguir tocando el concierto, obteniendo mayor éxito en Londres, y uno estruendoso y rotundo cuando por fín fue llevado a Moscú. Los críticos quedaron a la final en ridículo y el propio Auer años más tarde reconoció su error, enseñándolo luego a sus discípulos, entre los que se encontró nada menos que Jascha Heifetz, el motivo de este escrito.
*
El concierto planteaba retos increibles y avances revolucionarios para el mundo musical europeo decimonónico de los 80`s, de allí el rechazo inicial a la obra (como suele suceder ante lo verdaderamente revolucionario), pero una vez que las dificultades pudieron ser afrontadas y resueltas por las diferentes generaciones de violinistas, el concierto fue alcanzando posiciones hasta alcanzar el lugar que hoy tiene y merece.
*
Siendo que se trata del concierto más popular de todo el repertorio (lo cual no implica necesariamente que sea el mejor, pura y musicalmente hablando), todo violinista con algun lugar relevante en la historia del instrumento ha tenido que abordarlo, por lo que es de imaginar que grabaciones hay decenas y decenas. Es un concierto que se presta para conocer la personalidad de cada uno de los intérpretes, desde el sanguíneo virtuosismo del gran Jascha Heifetz, la calidez romántica de Milstein y Stern, pasando por el cerebral David Oistrakh, el estoicismo objetivista de Kogan y hasta la estandarización desromantizada que apreciamos en los violinistas del presente. Jascha Heifetz marca un hito importantísimo en este concierto, y en su célebre grabación secundado por otro grande, el director Fritz Reiner, se logró una cumbre olímpica, de la cual se puede decir que hasta ahora no se supera en altura. Dentro de las grabaciones que han pasado la prueba del tiempo y el consenso casi unánime de todos los melómanos, críticos, expertos y no tan expertos, esta es una de ellas, por lo cual no puede faltar en ninguna colección de música que se considere respetable, y menos en una discoteca básica tchaikovskiana. Esta es , pues, una joya esencial de la serie Todo Tchaikovsky.
*M-S