domingo, 23 de marzo de 2014

La 9na de Shostakovich ó la partitura que abofeteó a Stalin.


Dmitri Shostakovich
SINFONIA Nr.9, Op.70
Royal Scottish National Symphony Orchestra
Dir: Neeme Järvi.
(CHANDOS)
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     Desde Beethoven, cada compositor sinfonista de importancia que llegó a embarcarse en su propia empresa personal de componer una 9na Sinfonía se ha sentido inevitablemente con la tremenda presión del número, de la alta expectativa que significa una Novena para el público. Beethoven dejó plasmada la que por excelencia es la Novena de las Novenas y ya éste hecho pone en un tremendo compromiso a cualquiera de sus sucesores. Schubert también compuso una 9na de gran envergadura, y así posteriormente Dvorak, Bruckner y Mahler. En el caso de Shostakovich, ese reto fue particularmente difícil de afrontar en vista del contexto sociopolítico en el cual le tocó componerla. En la mundialmente exitosa 7ma, la "Leningrado" el compositor resalta el heroismo, esperanza y el triunfo de una ciudad y sus habitantes, mientras que en la casi consecutiva 8va plasma el dolor, tragedia y sufrimiento que conlleva el drama de la guerra. La 9na es la última de la llamada "Trilogía de Sinfonías de Guerra". Para inicios de 1945 la derrota de Hitler era ya inminente y lo esperable era una obra monumental, una obra de victoria de proporciones épicas y triunfales apropiadas al momento, nada menos que la victoria de la madre patria soviética sobre el yugo invasor fascista.
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     La 9na de Shostakovich es la Opus 70 del catálogo de obras del compositor y fue estrenada en Leningrado el 3 de noviembre de 1945, con la Filarmónica de Leningrado, bajo la batuta de Evgeny Mravinsky. La reacción a la misma fué para muchos de perplejidad, y de auténtico estupor para las autoridades censoras estalinistas, pues en vez de una gran sinfonía triunfal se consiguieron con una obra más bien económica, austera, en forma de suite en cinco movimientos, con un carácter altamente satírico, que provocó por supuesto intenso debate después de dicho estreno.
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    En la obra literaria "Testimonio" que recoge las memorias de Shostakovich, el compositor evoca el momento de la siguiente manera.
"El disgusto se acumulaba y crecía; ellos querían que produjera una fanfarria, una oda; querían que escribiera una Novena Sinfonía majestuosa. Fue muy desafortunado el asunto de la Novena. Quiero decir, sé que el golpe era inevitable, pero quizás hubiera llegado más tarde o hubiera sido menos duro si no hubiera sido por la Novena Sinfonía... Cuando se ganó la guerra contra Hitler todo el mundo alababa a Stalin y se suponía entonces que yo debía unirme a ese asunto atroz. Había una excusa apropiada. La guerra había terminado victoriosamente. No importaba el costo, lo importante era que habíamos ganado, el imperio se había expandido. Y exigían que Shostakovich utilizara vientos cuádruples, coro y solistas para aclamar al líder. Sobre todo porque Stalin consideraba como un presagio el número: La Novena Sinfonía...

Stalin siempre escuchaba cuidadosamente a los expertos y a los especialistas. Los expertos le dijeron que yo sabía hacer mi trabajo y, por lo tanto, Stalin supuso que una sinfonía en su honor sería una pieza de música de calidad. Podrían decir, aquí está nuesta Novena nacional.

Confieso que dí esperanzas a los sueños del líder y del maestro. Anuncié que estaba escribiendo una apoteosis. Trataba de quitármelos de encima, pero eso se volvió contra mí. Cuando se presentó mi Novena, Stalin se puso furioso. Se sintió profundamente ofendido, porque no había ningún coro, ni solistas, ni apoteosis. Ni siquiera una miserable dedicatoria. Era solamente música, que Stalin no entendía muy bien y cuyo contenido era dudoso.

No pude escribir una apoteosis a Stalin... simplemente no pude. Sabía en lo que me estaba metiendo cuando escribí la Novena. Pero describí a Stalin con música en mi siguiente sinfonía, la Décima..."
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      Efectivamente, la Novena es una obra de proporciones austeras, si la comparamos con sus dos monumentales predecesoras.  Está desplegada en cinco movimientos, aproximándose más bien al ánimos de un divertimento que de una sinfonía. Los cinco movimientos están cargados de simbolismo, sorna, festividad en falsete que se alterna con melancolía, volviendo un poco a materiales tratados en la Sexta. La ira de Stalin, personaje primario y rupestre, se justificaba, pues se sentía insultado, aunque no lograba descifrar la naturaleza del insulto.
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       La 9na tiene una orquestación colorida y original. La misma cuenta con una diversidad envidiable de grabaciones e interpretaciones, pues gusta mucho a los directores. Siendo difícil quedarse con una sola como referencia, me atrevo a postular la extraodrinaria grabación de Neeme Järvi tomando en cuenta dos factores: interpretación y calidad del sonido. En efecto, la grabación del Maestro estonio no sólo muestra una ejecución impecablemente fiel a la partitura y espíritu del compositor, sino que cuenta con lo mejor de la ingeniería de sonido del magnífico sello Chandos. La sonoridad de la Orquesta Nacional Escocesa en los tiempos de la regencia de Järvi es magnífica, y ésta grabación es sólo una de las tantas pruebas.
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      Sin más disfruten de ésta maravilla del repertorio shostakoviano..
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M-S.




1 comentario:

Mahlerite-Shosta dijo...

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