viernes, 2 de septiembre de 2011

Aquel año de 1905.


Dmitri Shostakovich (1906-1975)
SYMPHONY NR.11, Op.103 "The Year 1905"
St. Petersburg Philharmonic Orchestra
Dir: Vladimir Ashkenazy.
(DECCA)
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La undécima sinfonía del más representativo de los compositores soviéticos es en apariencia una obra "oficialista" ó "propagandista" de los "valores" del socialismo soviético post-estalinista, al haber sido compuesta en homenaje a una fecha notable de las efemérides patrias, pero al examinarla en profundidad de nuevo nos encontramos con los asombrosos enigmas que sólo un genio como Shostakovich podía plantear en su música. Una obra conmemorativa en apariencia se torna en una hermosa y conmovedora página evocadora del cuasi-eterno ciclo de sufrimiento-reivindicación que ha vivido el gran pueblo de todas las Rusias a través de su accidentada Historia.
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La obra fue compuesta en 1957, cuatro años después de la extinción de la férula estalinista y del advenimiento de la apertura khruscheviana. El argumento de la música está basado en los históricos hechos del año 1905, cuando ocurrió lo que se conoce como la "primera revolución rusa", y que no fue más que el preludio a la gran revolución de 12 años más tarde. Aquel día, el fatídico "domingo sangriento", 22 de enero de 1905, las tropas zaristas abrieron fuego contra una multitud inerme congregada ante el Palacio de Invierno en San Petersburgo y que hacía pacíficamente peticiones reformistas y masacraron a miles. El compositor debería haberla concluido lógicamente para el año 1955, en conmemoración del cincuentenario, pero diversos disturbios familiares se lo impidieron, y no fué hasta el año siguiente, 1956, en que el mismo decidiría salir de su inercia. Qué lo sacó de ese marasmo?
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El 30 de noviembre de 1956, los tanques soviéticos invaden Hungría, y se aplasta sangrientamente la revolución nacionalista húngara. Se instala entonces el gobierno comunista pro-soviético de Janos Kádar y miles de personas son ejecutadas, encarceladas ó enviadas a los Gulag. Los eventos en Hungría despertaron la intermitente inspiración creativa de Shostakovich, y de este modo nació la 11ma sinfonía. La obra evoca pues en apariencia a las víctimas de la cruel autocracia zarista, pero en sentido más amplio (e inconfesable) hace memoria a todas las víctimas de todas las tiranías y todos los despotismos del antes y del ahora, incluyendo el soviético.
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La obra fue estrenada el 30 de octubre de 1957, en Leningrado, con la Orquesta de la Union Soviética, bajo la dirección de Natan Rakhlin. El éxito fue inmediato y colosal, el compositor no era aclamado a estos niveles desde la creación de la 7ma sinfonía, la "Leningrado", y le valió al año siguiente el Premio Lenin a las artes, así como su rehabilitación de la mocion de censura que se le había impuesto 10 años antes a consecuencia de la "doctrina Zhdanov"... Shostakovich volvía a ser héroe de la Unión Soviética.
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La sinfonía está estructurada a modo de obra programática, de tonalidades épicas, haciéndola aparentar una especie de "música de película, pero sin película". La misma es definitivamente tonal, en estilo romántico, pero curiosamente distribuida en los clásicos cuatro movimientos. La orquestación figura dentro de la más característica de lo mejor del compositor y el trato de los temas y el simbolismo sugieren mucho a Mussorgsky, quien siempre fue uno de los íconos de Shostakovich. Cada uno de los cuatro movimientos conllevan un título alegórico, lo cual soporta el análisis de la obra como programática:
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1) La Plaza del Palacio de Invierno (Adagio): en una música ominosamente atmosférica, el compositor representa el ambiente en la ciudad y seguramente en toda la nación en los días previos a la masacre. La música es distante, fría, subrepticia, amenazante, con melodías de vientos y sonidos de percusión que apenas se insinúan aquí y alla, sin disparar un verdadero desarrollo. Algunos recursos mahlerianos no dejan de apreciarse en esta introducción.
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2) El 9 de Enero (22 de enero, calendario occidental): tras una tranquila transición, el 1er movimiento abre paso sin pausa a este inolvidable Allegro, que pasa a narrar los hechos propios del día en cuestión. El mismo se divide en dos partes, una primera que evoca a los manifestantes congregándose en un lado de la Plaza del Palacio, y a la guardia imperial en el otro lado aguardando órdenes. La música va adquiriendo fuerza y turbulencia y tras un pasaje intermedio calmado se abre paso un estridente y violento tambor militar que inicia la segunda parte, o sea la masacre. Se desencadena una implacable marcha militar que representa a la tropa arremetiendo y matando sin piedad a los manifestantes, con golpes de timbal y tam-tam que sugieren disparos, en un descriptivismo musical aterrador. Finaliza la masacre y en ese momento, al igual que en la inolvidable marcha de la Sinfonía Leningrado, la música se quiebra, creando en el escucha un golpe psicológico definitivo. La calma del 1er movimiento vuelve a cargo de unas cuerdas lejanas y nos hacen ver fácilmente a la gran Plaza del Palacio desolada, plena de cadáveres y nieve.

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3) Memorial eterno: a continuación y de nuevo sin pausa, adviene el tercer movimiento, un adagio en forma de marcha fúnebre, melancólica y torturada, y que constituye un lamento a la violencia. Luego de la ferocidad implacable del movimiento anterior, actúa a modo de analgésico, y como transición al movimiento final.

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4) Tocsin (La Campana): la obra finaliza con este formidable Allegro non troppo, que inicia a modo de marcha-scherzo cuasi-bruckneriano y que recopila diversos materiales que ya hemos conocido en los movimientos precedentes. El estilo y el simbolismo mussorgskianos adquieren relieve a medida que la orquesta va aumentando su intervención en el desarrollo y la aparición de una gran campana de alarma (Tocsin) establece un conflicto sonoro entre dos bandos (la Campana tañe en sol menor mientras la orquesta lo hace en sol mayor) que pretende comunicar una moraleja y el modo abrupto en que ambas finalizan de tocar al mismo tiempo sugieren que ninguno de los bandos obtendrá ganancia hasta que llegue la hora definitiva (1917).
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Es de entender la alta popularidad de que ha gozado la obra desde su estreno. Uno de los asistentes a ese evento del año 1957 fue un joven estudiante del piano llamado Vladimir Ashkenazy, quien se sorprendía entonces de que alguien con el genio de Shostakovich se pudiera prestar a componer "Música de propaganda". Años más tarde, Ashkenazy, pianista consumado y gran director, admite públicamente el error en que estaba y reconoce el verdadero valor de la 11ma, no sólo en declaraciones, sino agarrando él mismo la batuta y dirigiéndola, dejándonos la que quien escribe considera la mejor grabación de la obra. La lectura de Ashkenazy y el sonido de la Orquesta de San Petersburgo (antes Filarmónica de Leningrado) son desgarradores y el golpe en el alma es definitivo. Les invito a conocer esta inolvidable lectura de una de las grandes páginas sinfónicas del siglo XX.
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M-S.












1 comentario:

Mahlerite-Shosta dijo...

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