Le Sacre de Printemps (The Cleveland Orchestra)
Petrouchka (New York Philharmonic)
Dir: Pierre Boulez.
(CBS-Sony)
Stravinsky essential recording...
*
Finalizando el año 1999 y oficialmente para muchos el siglo XX, y con el propósito de hacer una memoria musical de lo que fue esa convulsa centuria, en cierta ocasión nos reunimos en la Red varios melómanos que pertenecíamos a un muy popular foro internacional dedicado a los grandes directores orquestales. Para ese momento se planteó una interrogante obligada, y sobre la cual todos emitimos nuestras opiniones. El asunto planteado, entre otros que se postularon, fue acerca de la obra musical más representativa del siglo XX. La conclusión fue casi unánime. La obra “galardonada” fue, para sorpresa de ninguno, La Consagración de la Primavera (Le Sacre du Printemps), de Stravinsky. Igor Stravinsky es una de las figuras musicales más representativas del siglo XX, y La Consagración su obra maestra e insignia musical de todo el cambio que sufrió el mundo entero, sus sociedades, sus traducciones en el arte y en prácticamente todos los ámbitos a comienzos de este siglo. La obra fue concebida como un ballet, aunque hoy es conocida únicamente como obra orquestal pura. Stravinsky inició la obra en 1911 y fue estrenada en París, el 29 de mayo de 1913, a cargo del célebre director Pierre Monteux.
*
Citando a este respecto al musicólogo Jonathan Kramer: “En ocasiones -y en muy raras ocasiones- las circunstancias conspiran para reunir al artista adecuado con el clima intelectual adecuado y los estímulos externos adecuados para producir una obra tan revolucionaria, tan poderosa, que refleja con tanta profundidad su época , que la humanidad jamás puede volver a ser la misma...”. Si poco más de un siglo atrás Beethoven lo había logrado con su Sinfonía Eroica, esta vez lo había hecho un ruso, rebelde, irreverente, de vanguardia, iconoclasta, Igor Stravinsky. La obra, como suele suceder en las obras características de la nueva era, tiene su origen e inspiración en fuentes extramusicales, con frecuencia temas novedosos y hasta inauditos, pero sin verdadero argumento. La obra se basa en representaciones hipotéticas de temas paganos, ritos paganos provenientes de tiempos inmemoriales, con un lenguaje musical rico, florido, original, atmosférico, con una paleta orquestal viva y colorida y temas que si bien son tonales, están constituidos por ritmos folklóricos que no alcanzan la categoría de danzas, y estructuras melódicas que no son melodías, sino embriones de melodías, los cuales se alternan de forma libre y dejando mucha de su secuencia discursiva al campo de lo impredecible. La técnica de composición hasta el día de hoy se considera magistral.
*
La obra se divide en dos partes: 1) La adoración de la Tierra, y, 2) El Sacrificio.
*
Con respecto a la idea matriz, Stravinsky explica: “Ví en mi imaginación un rito pagano solemne: los ancianos sabios, sentados en círculo, observando a una muchacha, que baila hasta morir. La están sacrificando para propiciar al Dios de la Primavera.” Desde las primeras notas a cargo del evocador fagot se aprecia una estructura monolítica y con un poder telúrico que va progresando y hacia el par de clímax principales alcanza auténtico grado de cataclismo, representando de esta manera la brutalidad inmemorial de la Rusia pagana.
*
Como suele suceder ante todo lo novedoso y vanguardista, la reacción del público al estreno de la obra fue un tumulto de proporciones legendarias, con escenas de violencia y con saldo de varios heridos. La música y las danzas frenéticas fueron consideradas obscenas y levantaron las reacciones de rechazo más apasionadas, pero también de entusiasmo febril y poseso de otra parte del público, lo cual trajo el inevitable zafarrancho, con golpes, patadas y sillas al aire. Años más tarde ocurriría lo mismo en Colonia ante el estreno de una obra similar, “El Mandarín Maravilloso” de Bártok, con la agravante de que en esta ocasión el compositor fue “invitado” a abandonar la ciudad. En el caso de Stravinsky, su Consagración pasó a ser interpretada en el futuro como pieza orquestal pura, logrando finalmente su reconocimiento y aclamación como auténtica obra maestra que es. Cuando cincuenta años después, le fue devuelto a Stravinsky el manuscrito original, éste escribió en la última página: “Ojalá quien quiera que escuche esta música jamás experimente la burla a la que fue sometida y de la cual fuí testigo en el Théatre des Champs Elysées, en París, primavera de 1913.”
**
Con respecto a la idea matriz, Stravinsky explica: “Ví en mi imaginación un rito pagano solemne: los ancianos sabios, sentados en círculo, observando a una muchacha, que baila hasta morir. La están sacrificando para propiciar al Dios de la Primavera.” Desde las primeras notas a cargo del evocador fagot se aprecia una estructura monolítica y con un poder telúrico que va progresando y hacia el par de clímax principales alcanza auténtico grado de cataclismo, representando de esta manera la brutalidad inmemorial de la Rusia pagana.
*
Como suele suceder ante todo lo novedoso y vanguardista, la reacción del público al estreno de la obra fue un tumulto de proporciones legendarias, con escenas de violencia y con saldo de varios heridos. La música y las danzas frenéticas fueron consideradas obscenas y levantaron las reacciones de rechazo más apasionadas, pero también de entusiasmo febril y poseso de otra parte del público, lo cual trajo el inevitable zafarrancho, con golpes, patadas y sillas al aire. Años más tarde ocurriría lo mismo en Colonia ante el estreno de una obra similar, “El Mandarín Maravilloso” de Bártok, con la agravante de que en esta ocasión el compositor fue “invitado” a abandonar la ciudad. En el caso de Stravinsky, su Consagración pasó a ser interpretada en el futuro como pieza orquestal pura, logrando finalmente su reconocimiento y aclamación como auténtica obra maestra que es. Cuando cincuenta años después, le fue devuelto a Stravinsky el manuscrito original, éste escribió en la última página: “Ojalá quien quiera que escuche esta música jamás experimente la burla a la que fue sometida y de la cual fuí testigo en el Théatre des Champs Elysées, en París, primavera de 1913.”
La Consagración está bien servida en cuanto a interpretaciones, hay varias de excelente calidad, incluso el mismo compositor la dirigió y la grabó. Prácticamente todo director que ha querido dejar un legado discográfico la ha tenido que dirigir y registrar, al ser una obra de rango universal. De todas las magníficas grabaciones existentes, hasta el momento no escucho ninguna que se aproxime en precisión y frenesí a la realizada por el gran maestro Pierre Boulez, a cargo de la Orquesta de Cleveland (SONY), lo que hicieron fue sencillamente un prodigio. No confundir con su posterior grabación con la misma orquesta, hecha para DG. Bernstein hizo un espectacular registro en 1.958, que tampoco volvió a igualar y entre las modernas cabe mencionar la reciente de Valéry Gergiev, que imprime mayor “olor ruso” a su lectura. Sin ningún temor es una obra esencial para quien se inicia en el conocimiento de la Gran Música Universal.
*En el mismo disco está incluida una interpretación extraordinaria de Pêtrouchka, otra de las obras maestras de Stravinsky, y en manos de Boulez el resultado es de primer nivel.
*
M-S.