El mundo de la música académica universal, pero particularmente el de la escena musical británica sufren un rudo y fuerte golpe, el segundo de este año, tras la inesperada muerte del gran maestro, el director Richard Hickox. Se trata del segundo, ya que pocos meses atrás falleció el otro gigante vivo de la música británica, el maestro Vernon Handley. Dos golpes casi mortales y en tan corto período de tiempo, causan pérdidas irreparables al medio artístico británico y mundial en este género. Desaparece así la generación inmediata de relevo a lo que fue la correspondiente a Sir Adrian Boult, Sir Thomas Beecham y Sir John Barbirolli.
El maestro británico falleció el pasado domingo 23 de noviembre de un infarto fulminante a los 60 años de edad en Cardiff (Gales). Falleció a poco de haber empuñado por última vez su batuta y de haber ensayado una nueva producción de Riders to the Sea , de Ralph Vaughan Williams. Muy prematura muerte, considerando que en esa ocupación, un verdadero maestro llega a la grandeza pasados sus 70 años. Cuánto le quedaba por dar y recorrer, y cuanto más sin duda hubiera ascendido en su brillante carrera. Gran Bretaña entera llora esta pérdida, pero sin duda el mundo melómano entero también lo hace.
El maestro Hickox destacó en la interpretación de obras corales como el War Requiem, de Benjamin Britten, o la Sinfonía Coral , de Holst, la obra que acababa de grabar en Gales cuando murió. Deja en su haber el extraordinario número de más de 300 grabaciones discográficas, muchas ampliamente galardonadas y dirigió centenares de conciertos al año, lo mismo de música barroca o del Renacimiento que de los nuevos compositores, destacando su campeonato en el repertorio británico. Sólo Handley se le puede comparar en esta especialidad.
Desaparece tristemente y de este modo una de las más fulgurantes estrellas del firmamento musical de comienzos del siglo XXI. Una pérdida sin duda muy triste y lamentable. Vaya para el maestro y su memoria la famosa frase de Shakespeare en su "Julio César": "...cuando mueren payasos y falsarios, solo queda el clamor estridente de las turbas... cuando un verdadero soberano muere, el firmamento mismo resplandece con señales..."
El Ciudadano K.
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