Sergei Rachmaninov
DANZAS SINFÓNICAS, Op.45
Detroit Symphony Orchestra.
Dir: Leonard Slatkin.
(NAXOS)
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Danzas
Sinfónicas es la última obra compuesta por Sergei Rachmaninov, y aunque no está
titulada como sinfonía, puede ser considerada como una. La misma fué completada a finales de 1940 y
fué dedicada a Eugene Ormandy y a la Orquesta de Filadelfia, a quienes
correspondió el estreno el 3 de enero de 1941.
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Aparentemente el estreno en Filadelfia no
dejó del todo satisfecho al compositor y al no haber grabación de aquel
concierto no puede formarse un juicio. La primera grabación correspondió a Dimitri Mitropoulos, al frente de la Filarmónica de New York, el
20 de diciembre de 1942, en ésta ocasión con ensayos monitorizados por el compositor. Grabación formidable que pude escuchar, rescatada y restaurada recientemente por MARSTON RECORDS, disponible pero seguramente a
precios poco permisivos.
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A diferencia de lo que se pueda pensar, Danzas Sinfónicas se erige como una obra revolucionaria en su estilo, por el manejo rapsódico de los temas, la magnífica inventiva en la orquestación, con aquel inédito y nostálgico pasaje del saxofón tenor en el primer movimiento, los fantasmagóricos vientos del Tempo di Valse y los ritmos frenéticos que intercalan danzas eslavas con elementos del jazz (ritmos sincopados) en el Finale. Las ideas originales de la obra datan de tan temprano como 1915, cuando Rachmaninov componía un proyecto de ballet llamado ¨Los Escitas¨. El proyecto no fructificó pero a principios de 1940 el compositor decide rescatar varios de sus temas para organizarlos en forma de ésta especie de suite orquestal. Como en otras de sus obras orquestales, Rachmaninov incluye en la composición de Danzas Sinfónicas elementos del canto ortodoxo ruso, cantos medievales de muertos en los que no puede faltar el sempiterno Dies Irae, una de las obsesiones del compositor. La recepción al estreno de Ormandy resultó tibia, en parte por la interpretación, pero también por las reacciones mixtas entre el público y los críticos: mientras el público esperaba más exhuberancia, a la stravinsky, los críticos esperaban más conservadurismo tchaikovskiano, tal vez a la manera de la 2da sinfonía ó del concierto para piano Nr. 3. Con los años, la obra ha venido el justo espacio que le corresponde, siendo hoy un favorito para cualquier gran orquesta.
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Grabaciones de Danzas Sinfónicas existen en un número respetable, aunque son pocas las que logran adentrarse verdadera y convincentemente en éste caleidoscopio sonoro. Hay pasajes que requieren especial atención para garantizar una grabación de referencia, como por ejemplo el particular uso de la percusión en el último movimiento, con aquella siniestra pero liberadora intervención del tam-tam que cierra la obra y que no todas las grabaciones respetan como señala la partitura. Hay una trayectoria de buenas grabaciones a través de Kondrashin, Previn, Ashkenazy, y más recientemente Kirill Petrenko y espacialmente Leonard Slatkin, especialista indiscutible en éste repertorio y quien en su más reciente grabación con la Sinfónica de Detroit, explota como pocas todos los elementos expresivos de ésta gran obra que cierra con broche de oro la trayectoria artística de uno de los compositores más importantes del siglo XX.
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Con ésta entrega queda cerrado el ciclo Todo Rach.
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M-S.