ABC, Septiembre 24.
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A mediados de agosto fallecía uno de los
grandes nombres de la música antigua, Frans Brüggen y poco más de un mes
después, hoy miércoles 24 de septiembre, ha muerto en su casa de Cambridge,
Christopher Hogwood, otro de los pilares en la interpretación historicista.
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Estamos ante uno de esos músicos clave en
el cambio de visión conceptual sobre el repertorio barroco y del primer
clasicismo, desde otra de las grandes escuelas europeas, la británica, que él
engrandeció a través de sus versiones elegantes y exquisitas, con la formidable
Academy of Ancient Music que fundó en 1973 y de la que aún era director
emérito. A Hogwood, que además de director de orquesta, era clavecinista y
musicólogo, le debemos importantísimos estudios del periodo barroco con libros
que son referencia como su biografía de Haendel que en España editó Alianza
Música.
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Uno de los aspectos que mejor definen el
ingente legado de Hogwood es su dedicación a la transmisión de la música
antigua a través del disco. Más de doscientas grabaciones, la mayoría de ellas
con la Academia de Música Antigua, y buena parte de ellas publicadas en Decca,
hablan por sí solas de la profundidad de su empeño divulgativo. Si a ello
añadimos las continuas giras de conciertos mundiales, también centenares, y en
un asombroso número de países, esto nos da la medida exacta de un embajador
infatigable que llevó a todos los rincones la música de Haendel, de William
Byrd o de Mozart, entre otros muchos compositores. Pero no agotó su interés
centrándose en este periodo de forma exclusiva. También buceó en el siglo XX de
la mano de autores como Britten o Stravinsky.
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Hogwood se formó con nombres de la talla
de Rafael Puyana y Gustav Leonhardt. Clave en su trayectoria fue, precisamente,
entrar en contacto con David Munrow y colaborar con Early Music Consort of
London, paso previo a la fundación de su propio grupo que se dedicaría de
manera preferente a la interpretación de la música barroca y del clasicismo.
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Un paso adelante en su carrera fue su
debut en el campo lírico, en 1983, en Saint Louis, Missouri. Desde entonces su
presencia en el foso fue continua, en América y Europa, en algunos de los
teatros más importantes del circuito lírico. Con su muerte se cierra un nuevo
capítulo de las primeras generaciones de músicos que dieron un vuelco, cada uno
desde su propia óptica, al abordaje de la música antigua. Ahora esa labor suya
será objeto de estudio y recuerdo.